jueves, enero 05, 2006

Ruegos


Ruegos

Agustín Squella

Los ruegos son súplicas que se dirigen a alguien. En lo que sigue, diré cuáles son los míos para enero próximo.

Ruego que los electores entiendan que cuando se vota por Presidente de la República, lo que se elige, directamente, es una persona para el cargo, pero que, indirectamente, lo que se escoge es un gobierno (ministros, subsecretarios, jefes de servicio, embajadores, intendentes, gobernadores, etc), de manera que, junto con atender a los atributos de quien se elige, es menester reparar en el sector político y social del que provendrán todas esas demás autoridades que nombra el Presidente.

Ruego que los electores no se crean el cuento de que un gobierno se arma como una selección nacional de fútbol, puesto que, descontadas las diferencias entre gobernar el país y desplazar un balón hacia el arco contrario, hasta en una selección nacional los convocados, y ni qué decir los que juegan el partido, son siempre los jugadores del gusto del entrenador y no necesariamente los mejores.

Ruego a los electores que entiendan también que la alternancia en el poder la deciden ellos, mediante su voto en cada elección, y que una fuerza política excluida de la Presidencia de la República desde 1958 —como es el caso de la derecha chilena— no puede pretender tener mejor derecho a ella sólo porque durante medio siglo los ciudadanos no han querido confiársela.

Ruego que los electores mediten en que tan importante como la alternancia es la dispersión del poder, y que nada propiamente sano puede resultar para un país cuando el poder económico, el poder político y el poder de los medios están concentrados en unas mismas manos.

Ruego que los candidatos no continúen invocando a Dios a cada rato —uno de los personajes más nombrados en primera vuelta—, porque Dios no es un objeto disponible —como dice Armando Uribe-, ni puede tampoco ser confundido con una patita de conejo que frotamos cada cierto tiempo con la mano en el bolsillo para tener éxito en nuestras humanas aspiraciones.

Ruego que los candidatos no continúen aprovechándose de la delincuencia y se resignen a aceptar que no es el Presidente el llamado a decidir si la primera, la segunda o la tercera es la vencida. En una república, son las leyes, no el Presidente, las que establecen las penas para los delitos, así como son los jueces los llamados a aplicar esas leyes y a decidir en cada caso sobre la libertad de las personas.

Ruego a los candidatos que se disputen lealmente los votos de centro, pero que, con la misma lealtad, asuman que uno es de derecha y otro de izquierda.

Ruego a los electores advertir la incoherencia de considerar "valiosos aportes" a las personalidades que adhieren al candidato varón, mientras se califica de "madrinas" o "padrinos" a las que respaldan a la candidata mujer.

Ruego que no se hagan más aspavientos sobre el patrimonio de un candidato, pero que sí se debata sobre la relación entre política y dinero, y sobre cómo éste compra en las sombras muchas de las decisiones que a aquélla corresponde adoptar a plena luz.

Ruego al candidato que ahora se declara partidario del "humanismo cristiano" que explique por qué no milita en el único partido que se confiesa partidario de esa doctrina.

Ruego que se respete por los candidatos y sus publicistas el dolor ancestral de los pobres, y que piense dos veces antes de ir a filmarlos para la próxima franja electoral, y que se piense tres veces antes de ofrecerles pagar las cuentas de la escasa agua o luz que pueden consumir.

Y establecida la manifiesta improbabilidad de varios de mis ruegos, pido a todos que rueguen por mí si la nueva campaña que ahora empieza no responde a mis súplicas.

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